El director del Colegio Padre Alberto Hurtado es un tipo bonachón. Cercano, de trato sencillo, muy querido por sus colaboradores, estudiantes y apoderados. Con 66 otoños bien vividos, durante 27 años ha estado a la cabeza del único establecimiento de la Fundación que ha tenido sólo un director a lo largo de su servicio a la educación.
Su llegada al colegio fue gracias a la oportunidad que tocó su puerta, en manos del padre Ramón Henríquez, quien lo invitó a ser parte del proyecto educativo que se estaba forjando, por allá entre los años 1994 y 1995. De ahí en más es historia conocida para quienes han trabajado codo a codo con él, buscando dejar una huella indeleble con el espíritu hurtadiano en las generaciones que anualmente egresan.
Oriundo de Concepción, pero angelino de corazón, llegó a nuestra capital provincial de la mano de su madre cuando tenía apenas sólo cinco años. Una joven viuda con cinco niños a cuestas, que los supo criar siendo la vocación por la educación el sello característico de su rama familiar: su madre ecónomo en esos años, hoy sus tres hermanas educadoras y su hermano como formador en la Fuerza Aérea de Chile.
Tras realizar su enseñanza básica y media en la Escuela de los Capuchinos, en la Escuela N°1 de Hombres y en el Liceo Industrial, ingresó a la Universidad de Concepción en la carrera de Pedagogía en Educación Básica con mención en Matemática. Sin embargo, tuvo la inquietud de servir a la Patria y postuló a la aviación en la Escuela Capitán Ávalos, pero sólo permaneció un año para luego retomar su carrera en Educación.
Cuando la vocación por servir despierta
Estando en la universidad se percató que la realidad de muchos de sus compañeros era precaria, con muchas necesidades. Por ello, junto al centro de alumnos organizó ayudas para asistir a esos estudiantes, además de hacerse cargo de la cafetería de la universidad donde entregaban colaciones a los compañeros que más lo requerían. Fue en esos menesteres que el destino lo unió a dos personas que marcarían su vida: conoció la figura del Padre Alberto Hurtado y a quien hoy es su esposa, con quien es padre de dos hijas y un hijo.
Una vez finalizada su carrera y tras algunas experiencias laborales, por resolución de la seremi de Educación de Concepción fue nombrado profesor en Quilleco, cuando su primera hija tenía sólo un mes de nacida. Waldo no pudo soportar la soledad ni la distancia, por lo que la añoranza de reunirse con su familia y estar con su bebé lo hicieron solicitar un nuevo nombramiento, para finalmente establecerse en el Colegio Arturo Alessandri Palma de Los Ángeles. Esa sería la única vez que tendría a cargo un grupo curso durante su carrera profesional.
Pero fue en el año 1994 cuando Dios y las circunstancias quisieron que permaneciera aquí, en Los Ángeles. Tras renunciar al Colegio Concepción Los Ángeles, estaba resuelto para partir a Concepción en búsqueda de nuevos horizontes profesionales. Mas un llamado telefónico cambió ese destino: la Fundación lo invitó a hacerse cargo del naciente Colegio Beato Alberto Hurtado, como era llamado en aquella época.
El resto de la historia ya es conocido.
Misión cumplida
A partir de marzo de 2023 Waldo Acevedo se acogerá a retiro, tras servir durante 27 años en Fundación Juan XXIII como director del Colegio Padre Alberto Hurtado. Según reflexiona, “no habría servido para otra cosa que no fuera ser profesor”, destacando que en su caso siempre intentó vincular a diario su trabajo y sus valores con la profesión y su vida diaria. Se despide esperanzado en “haber estado a la altura del cargo”, con la certeza de que fue el Padre Hurtado quien lo condujo para liderar ese colegio.
Una vez jubilado junto a su esposa, que también se retirará el mismo día, emprenderán un viaje hasta Tierra Santa para seguir la huella de Jesús. Al regresar se dedicará un tiempo a descansar y disfrutar el estar en casa, atender su huerto y, eventualmente, viajar para conocer otros lugares. Sin descartar el atender asesorías si la oportunidad se presentara.
Como Fundación agradecemos a don Waldo los años de compromiso y dedicación para llevar a cabo la noble labor de educar en la pedagogía de Jesús a nuestros niños y jóvenes, siempre con la guía de Dios y el espíritu del Padre Alberto Hurtado. Fueron 27 años de entrega formando a tantas generaciones acompañado del equipo original, en su mayoría, que creó con su llegada al establecimiento. Muchos de sus alumnos son profesores y apoderados del mismo colegio, hoy en día.
Agradecemos de todo corazón, Tío Waldo, su paso por “el Padre Alberto Hurtado” y por nuestra Fundación. Que Dios lo acompañe por siempre.